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Artículo, Los Tiempos (24-Feb-13)

Suplemento Especial, Opinion (24-Feb-13)

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Video de la Celebración del Centenario del Nacimiento del "Poeta de los Cien Lauros", don Javier del Granado, llevado a cabo en el Teatro José María Achá, seguido por un coctel en el Club Social.

Cochabamba / 27 Febrero 27, 2013

 

 

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Video biográfico de don Javier del Granado, presentado en el Teatro Achá como parte de la celebración del centenario de su nacimiento.

Cochabamba / Febrero 27, 2013

 

 

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La obra de Javier del Granado ya es parte del acervo cultural

Opinion / Cochabamba / Domingo / 3 de Marzo de 2013 / Cultura

Al conmemorar el centenario del natalicio del poeta cochabambino la Gobernación promulgó una ley departamental y se comprometió a reeditar su obra

—Santiago Espinoza A.


El Gobernador entregó la ley al hijo del poeta, Félix Alfonso del Granado. - Benjamín James. Opinión.

En el centenario del nacimiento del poeta Javier del Granado, su obra ha sido reconocida como parte fundamental del acervo cultural y artístico de Cochabamba.

Así lo establece una ley departamental que fue promulgada por la Gobernación de Cochabamba el pasado 27 febrero, en la velada de conmemoración por los 100 años de Del Granado celebrada en el Teatro Achá.

El gobernador Edmundo Novillo en persona promulgó la norma e hizo entrega simbólica de ella a Félix Alfonso del Granado, hijo del llamado "poeta de los cien lauros", que, a su vez, entregó a la primera autoridad del departamento un volumen que recoge la obra de Del Granado.

En la oportunidad, Novillo afirmó que, con la puesta en vigencia de la ley departamental, le corresponde a la Gobernación reeditar la obra del poeta para su distribución y difusión masiva en Cochabamba.

Sostuvo que la reedición de la obra literaria de Del Granado contribuirá a mantener vivo su espíritu poético y servirá como fuente de inspiración para que los nuevos poetas aspiren a alcanzar la estatura literaria e intelectual del bardo homenajeado.

Además de la reedición de su obra, la Gobernación pretende honrar el legado de Javier del Granado mediante la restauración del Convento de Santa Catalina, en el municipio de Arani, donde el escritor pasó varios años de su vida y al que rindió tributo en su propia literatura. Este proyecto, que cuenta con el apoyo de la cooperación italiana, ya está en curso.

RIQUEZA En representación de la Academia Boliviana de la Lengua, Mario Frías Infante leyó un exhaustivo estudio sobre la obra de Del Granado y calificó al poeta cochabambino como "un maestro de la lengua castellana", un mérito que, dijo, debería añadirse a los "cien lauros" que ya se le reconocen.

El académico ponderó la riqueza verbal de la obra de Del Granado y precisó que ésta no se expresa solo en el extraordinario dominio de la lengua castellana que caracteriza su literatura, sino que se manifiesta también en la introducción de vocablos y figuras poéticas propias del quechua.

VELADA La conmemoración del centenario del natalicio de Javier del Granado reunió a personalidades políticas, culturales y académicas, en un acto que tuvo lugar el pasado miércoles en el Teatro Achá.

A la conclusión del mismo hubo un vino de honor en el Club Social.

Participaron, entre otros, el gobernador Edmundo Novillo, el oficial superior de Cultura de Cochabamba, Uvaldo Romero, la presidenta de la Brigada Parlamentaria cochabambina, Carmen Peredo, el asambleísta departamental, Vladimir Orellana, además de los hijos y otros familiares del poeta.

Organizada por el Comité Pro-Centenario del poeta y la Fundación Literaria "Javier del Granado", la velada conmemorativa programó números musicales a cargo de la pianista Teresa Laredo, el tenor Gastón Paz y otros; la lectura y alegorías de algunos de los poemas de Del Granado; e intervenciones de las autoridades y familiares presentes.

Una vida repleta de lauros

Javier del Granado nació el 27 de febrero de 1913 en Cochabamba y falleció el 14 de mayo de 1996 en esta misma ciudad. Vivió largas temporadas en una hacienda de Arani. Fue uno de los fundadores del Movimiento Nacionalista Revolucionario y, por su obra literaria, fue calificado como el poeta del nacionalismo revolucionario.

Algunas de sus principales obras son: "Rosas Pálidas", "Canciones de la Tierra", "Cochabamba", "Evocación del Valle", "Del Crepúsculo y el Alba", "Vuelo de Azores" y "Cantares".

Fue merecedor del Premio Nacional de Poesía el 27 de octubre de 1945 y en 1947 recibió el primer Premio Sudamericano de la Poesía. Asimismo recibió otras distinciones internacionales, como el "César Vallejo", de Lima y el "Rubén Darío", de Buenos Aires. El Gobierno del general Barrientos le impuso la Corona de Laurel de Oro, en 1965. Fue Miembro de Número de la Academia Boliviana de la Lengua. En 1985 recibió de manos del Rey de España, Don Juan Carlos de Borbón, la condecoración de la Cruz de Caballero de la Orden de Isabel la Católica.


Un poeta épico de la revolución nacional con un alma bella
—Prof. Juan Javier del Granado | Abogado de la UNAM

¿Por qué honramos, al igual que un patriota inmolado, al poeta épico cuando canta las proezas de su héroe? ¿Es que, acaso, ambos actúan juntos y se instalan en la gloria? (...)

Poeta y héroe se entremezclan en el imaginario popular, hasta el punto de llegar a confundirse en la figura de la «metalepsis del autor», acotada por el narratólogo francés Gérard Genette en su Métalepse. (...)

A los poetas épicos la posteridad les concede un trato parecido al que ellos mismos dispensan a los héroes de cuyas hazañas cantan. Al bardo se lo exalta y arrastra con el héroe a la heroicidad, y es frecuente que el pueblo lo idealice o idealice a su obra, como a un ideal en sí mismo, e incluso comience a divinizarlos.

Pero en ocasión de esta efeméride, en que nos reunimos a fin de homenajear al bardo en el centenario de su natalicio, otros destacarán la importancia que tuvo para la sociedad el «Poeta de la Revolución Nacional», ya que sólo los poetas pueden hacer que las palabras sean como las alas y atrapar a medio vuelo las exactas que esclarecen los acontecimientos de la historia, porque la identidad de cada quien se encuentra en su biografía y la de una nación —si es que existe algo así como la identidad de una nación— en su historia, leyendas y mitos.

Sí, Javier del Granado fue un poeta que coronó sus versos con la firma solvente del genio, y el país que no respete y ame a sus poetas está condenado a caminar a ciegas al borde del abismo. Sin embargo, hoy, como su nieto, mi propósito más bien es el de humanizar a ese prócer de la plebe y poeta del pueblo, espejo de virtudes cívicas, cristiano modélico por su respeto a los demás, cuyas virtudes humanas y cualidades personales provocarían al más épico de los poetas y al más arrebatado de los rapsodas.

*El autor es nieto de Javier del Granado

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Javier del Granado: cien años

La Razón / Cochabamba / Domingo / 3 de Marzo de 2013

Fue un poeta prolífico y, sin duda, el más galardonado de la literatura boliviana

—Elías Blanco - investigador

El 27 de febrero se cumplieron 100 años del nacimiento del poeta cochabambino Javier del Granado, uno de los líricos más premiados de la historia literaria boliviana, con galardones no sólo recogidos en el país, sino también en España, Filipinas, Argentina, Perú, Nicaragua y Uruguay. Autor prolífico, con 16 poemarios publicados, y especialmente activo por sus visitas a varias naciones del mundo. Falleció en la misma tierra valluna en 1996.

Este acontecimiento ha sido destacado por la familia del poeta con la publicación de un libro titulado Flor del Granado y Granado (impreso en Charleston, SC, Estados Unidos en enero de este año), una edición de 728 páginas con tapa dura y un acabado que nos remite a los libros europeos antiguos del 1700. Una joya bibliográfica.

Flor del Granado y Granado no sólo reproduce la obra de Javier del Granado, sino que rescata cartas o textos de archivos de Santiago María del Granado (1757-1823), uno de los ancestros del poeta. También están sermones, discursos y cartas pastorales de Francisco María del Granado (1835-1895); le siguen discursos y ensayos literarios de Félix Antonio del Granado (1873-1932). Las páginas finales del volumen reproducen versos de los hijos Félix Antonio del Granado (nacido en 1938) y de Juan Javier del Granado (nacido en 1965 y hoy radicado en México).

Los actos conmemorativos principales se realizaron en Cochabamba, ciudad a la que Javier del Granado le escribió: “Fue en esta tierra, / cantar de sol y payhuaro / que desgrané mis romances al pie del Ande nevado, / cuando surgió en mi camino, sobre los surcos preñados, / aquella niña de ensueño, / ¡aurora y flor de mi pago! que deslumbró mis pupilas / y puso miel en mis labios...”.

El escritor paceño Porfirio Díaz Machicao, el 1978, elogió con los siguientes conceptos al poeta: “Como un molle rendido a la plenitud valluna, cercado de magnolias, así transcurre la vida de Javier del Granado, el máximo poeta de Bolivia, viejo pariente lírico del gran tarijeño Octavio Campero Echazú. /.../ Javier del Granado es y será inolvidable en la lírica de Bolivia”.

En 1966, entrevistado por Pedro Shimose, Javier del Granado decía: “No me siento ni más ni menos. No tengo pretensiones de ninguna índole: mi obra es modesta, pequeña y limitada. Sólo quiero llegar al corazón del pueblo; mi mérito es ése…”.

Y en esa búsqueda ha publicado: Rosas pálidas (1939); Canciones de la tierra (1945); Cochabamba (1959); Evocación del valle (1964); La parábola del águila (1967); Romance del valle nuestro (1972); Del crepúsculo y el alba (1973); Estampas (1975); Terruño (1977); Semblanzas (1977); Vuelo de azores (1980); Canto a Cochabamba (1984); Cantares (1989) Obras completas (1990); Canto al cantar de América y España (1991); Sonetos (1991).

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Celebran centenario del poeta Javier del Granado

Opinión / Cochabamba / Jueves / 27 de Febrero de 2013 / Cultura

El teatro Achá será el escenario que albergará el actro conmemorativo, programado para las 18:30 y para el que se ha invitado a Evo Morales

—Santiago Espinoza A.

Personalidades políticas, culturales y académicas rendirán tributo al poeta cochabambino Javier del Granado, de cuyo nacimiento se celebran hoy 100 años.

La conmemoración del centenario del llamado “poeta de los cien lauros” tendrá hoy una velada especial, que comenzará en el Teatro Achá y culminará en el Club Social de Cochabamba. Ambas actividades son organizadas por el Comité Impulsor Pro-Centenario del poeta y la Fundación Literaria ”Javier del Granado”.

Para los actos conmemorativos en el Teatro Achá han sido invitadas autoridades políticas del departamento y del país, entre ellos el presidente Evo Morales, el gobernador Edmundo Novillo y el alcalde Edwin Castellanos.

Así también se espera la presencia de personalidades académicas y culturales, como el representante de la Academia Boliviana de la lengua, Mario Frías Infante, el cantante Gastón Paz y la pianista Teresa Laredo. Estos últimos harán una presentación musical, indicó la Fundación Literaria “Javier del Granado”.

POETA Nacido en Cochabamba el 27 de febrero de 1913, Javier del Granado fue un “poeta del terruño”, que en sus inicios estuvo vinculado al nacionalismo, habiendo sido uno de los fudadores del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), precisa Juan Javier del Granado, nieto del escritor.

Sin embargo, el escritor resolvió abandonar la política para volcarse de lleno a la poesía, creando una obra que ha sido ampliamente valorada y estudiada dentro y fuera del país, agrega su nieto.

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Poesía Javier del Granado

Los Tiempos / Cochabamba / Domingo / 24 de Febrero de 2013

Fundación literaria difunde la obra del cochabambino

—Redacción Central


POETA La escultura de Javier del Granado emplazada cerca al puente de la Recoleta. - José Rocha. Los Tiempos.

ELa Fundación Literaria Javier del Granado administra una página web con la biografía, la obra poética, fotografías y comentarios sobre el poeta cochabambino (www.delgranado.org).

Según este sitio, la organización fue fundada con el propósito de honrar la memoria del “Poeta del Milenio de la Lengua Castellana”, reconocimiento concedido a Del Granado ante su coronación por la Unión Internacional de Poetas Laureados en celebración del milenio de la lengua en 1977.

“Humilde al punto de considerarse ‘un poeta de aldea’, la obra de don Javier probaría que en él había altura poética y profundidad en la indagación del hombre común. Como el poeta boliviano más galardonado en prestigiosos concursos internacionales, siendo reconocido como un escritor imprescindible de las letras iberoamericanas y uno de los más sobresalientes de su generación, Javier del Granado fue merecidamente aclamado en vida y en muerte. Su fallecimiento fue sentido. Al conocer de la muerte del poeta en 1996, el presidente de Bolivia decretó tres días de duelo como manifestación del pesar del Estado y de la sociedad”.

“Además del presidente de la nación, hubo expresiones de pésame por parte del Congreso y numerosas entidades culturales, educativas y cívicas del país”, reseña la web.

Y finaliza: “A pedido de académicos y admiradores, ansiosos por preservar el legado de don Javier, y con el apoyo de la familia del poeta, en 1999 se estableció esta fundación sin ánimo de lucro”.

Poema de la guerra
—Javier del Granado (Fragmento).

¡Guerra! ¡Guerra!
resoplan las túrbidas trompetas
y de la paz vibrante
de las constelaciones,
en potros que preñaron las nubes de tormenta,
por los cuatro caminos de sangre y lejanía
fogosamente parten jinetes espectrales.

Son los cuatro jinetes
sembradores de angustia
que agavillan la testa de pueblos y culturas,
desflecando sus venas con rebenques de nervio,
y ansiosos de exterminio
incendian con la antorcha del sol el Universo.

¡Guerra! ¡Guerra!
combea
sobre un yunque de truenos
la ronca voz del Vándalo.
El Monstruo
abre sus órbitas de cráteres en llamas y tritura en sus
fauces de hambrientas bayonetas, la efigie de Athenéa.

Exprimen sus tentáculos
sedientos de perfidia,
los ojos de las madres
¡inmensos de horizontes!
sorbiéndole al planeta los jugos de su entraña:
la sangre de los hombres.

El Mundo se estremece
convulsionado y loco, y en roja llamarada tremolan las banderas.
Apuñalando templos con bombas incendiarias,
despliegan los halcones sus alas de tormenta
y estrujan en sus garras
la tierra milenaria.

Sepultan en sollozos
villorrios y ciudades.
Arrasan huracanes de hierro las trincheras.
Crepita la osamenta quebrada en estertores.
En las órbitas huecas florecen las granadas.

La sed alucinada
se clava en las gargantas
y huestes de cadáveres heroicamente grandes,
trenzando
con sus vísceras
escombros y senderos,
se curvan bajo el plomo chasqueante de los bárbaros.

Palpita una pregunta:
¿Atila o Anticristo...?
Y la sangre que tiñe el Flanco de los montes, responde:
es una sombra...
Es una sombra-claman los ojos de los niños;
las raíces de las casas
donde bajó el silencio
que convirtió en sepulcros los brazos de las madres.

Europa socavada
por manos subterráneas,
revienta como un géiser borrando el horizonte.
El Monstruo embiste al mundo,
sus garras estrangulan ciudades indefensas.
El hambre de los pueblos,
arañará los surcos humeantes de la tierra,
que abortó bajo el peso rugiente de los tanques.

Las madres angustiadas
morderán sus arterias,
exprimiendo sus senos:
una luna de anemia: mientras el cuervo errante devora las carroñas,
segando con sus alas un bosque de existencias,
que enjalbega de cráneos la superficie intérmina.

En el grito del siglo hay un clamor de angustia,
que estruja la garganta
del mundo agonizante,
y en las bocas partidas se hiela esta pregunta:
¿Y qué será del hombre...?
¿Qué de la tierra nuestra...?
Mañana cuando pidan respuesta nuestros hijos,
y se yergan mujeres con los senos quemados señalando las ruinas, las cunas sin sonrisas,
las ciudades llameantes...

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Homenaje

Los Tiempos / Cochabamba / Domingo / 24 de Febrero de 2013

Homenaje al poeta de los cien lauros

—Redacción ¡OH! Texto: Máximo Pacheco Balanza. Fotos: Álvaro Gumucio Li / Cortesía Fundación Literaria Javier del Granado.


Fiel recreación del escritorio del poeta de los “Cien los lauros”. - Alvaro Gumucio Periodista Invitado.

CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE DON JAVIER DEL GRANADO

En homenaje al primer centenario del nacimiento del poeta de los “cien lauros”, el Comité Impulsor Pro – Centenario del nacimiento del poeta y la Fundación Literaria Javier del Granado, realizarán una serie de actos conmemorativos que se llevarán a cabo en el teatro Achá y en el Club Social de Cochabamba este 27 de febrero. El homenaje comenzará en el Teatro a las 18:30 y luego del programa preparado para esta especial ocasión, la velada continuará en el Club Social donde se realizará un brindis de honor.

En el evento participarán personalidades del ámbito cultural como Teresa Laredo y Mario Frías Infante y autoridades nacionales y locales como el Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Sr. Evo Morales Ayma y el Alcalde Municipal de Cochabamba, Sr. Edwin Castellanos, entre otros.

FRANZ TAMAYO Y JAVIER DEL GRANADO
Una lección de orgullo a la vez que de humildad
—Máximo Pacheco Balanza (Publicado en Flor del Granado y Granado 2013)

Dos poemas. Dos poetas. Dos temperamentos. Rutilante, fulgurante y tempestuoso el uno. Apacible, sereno y calmo el otro… la huella de ambos en la poesía boliviana es igual de honda. Nos referimos a Franz Tamayo y Javier del Granado. Mucho se ha dicho y escrito acerca de estos dos personajes individualmente considerados, su vida y su obra han ocupado a críticos y biógrafos; pero no como hoy, que los ponemos frente a frente. Sabemos que admiraba el segundo al primero, a pesar de la gran diferencia que tenían en cuanto a su poética y a su visión del mundo se refiere, y es precisamente a ese tema que dedicamos este breve ensayo: a hacer una lectura comparativa en dos poemas que ofrecen una «filosofía de vida», un retrato personal que va más allá de la simple ars poetica de ambos autores. Franz Tamayo pintó un cuadro violentamente introspectivo en su célebre Habla Olimpio que ha pasado a ser su testimonio de vida y genio. Casi como en una «contra-poética» deliberadamente contestataria al mencionado poema, Javier del Granado escribió su Habla Canata, una sobria y apacible declaración de humildad y serenidad, que dibuja su personal visión del hombre y del poeta.

Este es el poema Habla Olimpio de Tamayo:

«Yo fui el orgullo como se es la cumbre.
Y fue mi juventud el mar que canta.
¿No surge el astro ya sobre la cumbre?
¿Por qué soy como el mar que ya no canta?
No rías Mevio de mirar la cumbre.
Ni escupas sobre el mar que ya no canta.
Si el rayo fue no en vano fui la cumbre.
Y mi silencio es más que el mar que canta».

¿Cómo dudar de que sea Franz Tamayo el que habla en este poema a través de Olympio, el rey de los dioses griegos? ¿Puede no pensarse que el poeta se vea reflejado en su poema? Más que eso: el poeta «es» su obra. Bástenos con pensar en Tamayo escribiendo estos versos, mirándose retrospectivamente desde su encierro voluntario en su casona de la calle Loayza. Él fue el orgullo y fue la cumbre.

Cómo dudarlo. El orgullo rodea a Tamayo como una armadura, como la cota de malla que en uno de sus poemas aconseja ceñirse al artista euríndico. Para Bolivia Tamayo no existe, existe el orgullo tamayano. Tamayo se construye a sí mismo por encima de todo el resto de los mortales y desde allí lanza miradas despectivas al común del que nunca se ha sentido parte. Pero el orgullo, al fin de cuentas sólo lo siente uno para sí mismo; es como lo llamó Hume en su Tratado de la naturaleza humana, una pasión íntima, una pasión individual, egocéntrica, «la serie de las ideas e impresiones relacionadas de las cuales nosotros tenemos memoria y conciencia íntima», es decir, en palabras simples, el orgullo sólo se mide en relación a uno mismo «cuando la propia persona no entra en consideración no hay lugar para el orgullo y la humildad» dijo Hume. Indudablemente el orgullo de Tamayo parte de una autovaloración superlativa que le coloca por encima de todos los demás. El poeta se considera superior al resto: su «silencio es más que el mar que canta».

Pero si bien, este poema ha sido considerado siempre un fiel reflejo del temperamento tamayano, y ha habido quienes lo han visto incluso como un epitafio digno de su genio, la pasión que lo motivó, a nuestro entender, más que el tan socorrido orgullo, es otra: aquella a la que Teofastro, el discípulo de Platón y Aristóteles calificaba de «vilipendio o desprecio de todos, a excepción de sí mismo»: la soberbia. La soberbia fue una característica en la vida pública de Tamayo, bástenos de ejemplo su célebre Para siempre en que aplasta sin ninguna compasión a su admirador y biógrafo, Fernando Diez de Medina.

Tamayo fue soberbio en todos los sentidos; soberbio como una obra de arquitectura que el mismo se ocupó de construir piedra por piedra, adobe por adobe con su vida y con su literatura. Soberbio en el sentido de arrogante; pero soberbio también en el sentido de grandioso, altivo, admirable y espléndido. Tamayo se erigió a sí mismo como un enorme y solitario monolito cuya sombra oscurecía los alrededores.

Conocedor profundo de la obra de Tamayo, Javier del Granado discrepaba con él en su forma de concebir no solamente el quehacer poético, sino en su forma de concebir la vida y el rol del ser humano dentro del mundo. En su poema Habla Canata, que ya desde el título es una toma de posición frente al de Tamayo, nos dice:

«Mi espíritu no es águila que trasmonta altanera
las elevadas cumbres de la meditación.
Es débil golondrina que vuela en la pradera
y ensaya en los vergeles su lírica canción».

Habla Canata, no la deidad griega. Habla el espíritu sencillo y pastoril. El poeta se plantea como una golondrina. Una golondrina pequeña que no sobrepasa el corto espacio de las praderas y que «ensaya en los vergeles su lírica canción». Un ave pequeña, pequeña y además, frente al águila, débil, sin una gran energía, sin grandes capacidades de alcanzar alturas y descender a enormes profundidades. A diferencia de Tamayo, del Granado no aspira a alcanzar las cumbres. No aspira a la soledad de las alturas. No desea el ojo penetrante y la vista aguzada del águila. Menos aún pretende «ser» la cumbre. Pretende simplemente «ensayar» en los vergeles, en los verdes y apacibles prados y huertos su lírica canción.

El poema de Javier del Granado es toda una «toma de posición», un manifiesto poético, a diferencia del poema de Tamayo que es más bien una auto-caracterización, un retrato a brochazos de su «yo» y, finalmente, una autoafirmación frente al desprecio de los otros; de quienes en lugar de admirarle, le ignoran. Y sin embargo, el poema de Granado es una respuesta al poema de Tamayo, o mejor dicho, al poeta Tamayo: le dice que él no es un poeta/conductor, un poeta/líder, un poeta/intelectual. No busca «trasmontar las cumbres de la meditación»; pero no por eso deja de concebirse como un poeta filósofo. Profesa la filosofía de cantar (ensayar, dice él, cantos) los dones de la naturaleza, las virtudes de la naturalidad y la simpleza. No resulta difícil identificar en estos versos el llamado a la docilidad y la mansedumbre del seráfico de Asís, así como la filosofía de las bienaventuranzas que impregnan este sutil poema. El pensamiento cristiano que animaba a los antecesores de Javier del Granado se desliza inequívoco en estos versos sencillos.

¿Cómo dudar de que sea Javier del Granado el que habla en este poema a través de una humilde golondrina? Ese hombre afable, generoso, gentil, de una simpatía sólo comparable a su legendaria humildad, ese prócer de la plebe y poeta del pueblo que siempre trató con exquisitez a sus adversarios y con elegancia a aquellos que no le placían, ese espejo de virtudes cívicas, ese cristiano modélico por su respeto a los demás.

Hume definía al orgullo y la humildad como pasiones. Pero no son pasiones lo que encontramos en los versos de Tamayo y del Granado. No sabemos hasta qué punto fue orgulloso Tamayo o humilde Javier del Granado, o viceversa, humilde Tamayo y orgulloso del Granado; después de todo, ¿se trata de pasiones excluyentes?, existe probablemente un punto en que el orgullo y la humildad se tocan o al menos alternan en nosotros mismos. Sin embargo, los poemas que los dos poetas escribieron son la expresión de una actitud, una actitud intelectual si se quiere, pues los dos poemas son más bien de carácter reflexivo que emotivo. Reflejan una actitud frente a la vida y en el caso de Javier del Granado frente al quehacer del poeta. Modernista en la forma, Tamayo no deja der ser un poeta romántico. El poeta individualista y trágico que hace de su propia vida (o al menos la proyecta como) una tragedia romántica. La figura del poeta solitario y del poeta hombre/superior son inherentes a lo tamayano. Tamayo se concibe a sí mismo como el arquetipo del pensamiento profundo que como diría Hegel, está preparado para «aprehender en las y expresar cuanto se mueve en las profundidades de la conciencia». Por eso Tamayo se concibe a sí mismo como la cumbre. Porque según él (y citamos aquí nuevamente a Hegel), ha descendido a las «mayores profundidades en los tesoros del alma y del espíritu» y esto lo sitúa en la cumbre del pensamiento humano. Tamayo se veía pues a sí mismo como un hombre superior. Concebía la poesía como una gesta heroica, en la que el héroe, el poeta, se eleva por encima del resto de los mortales en lucha sangrienta y colosal consigo mismo. Recordemos: «Sólo en viril zozobra se ara el val píndico».

Nada, por tanto, más alejado de esta poética que lo planteado por Javier del Granado. Para él, el poeta es un ser humano común y corriente, que ensaya, prueba, intenta; ni siquiera propone definitivamente su lírica canción. El quehacer del poeta no es épico en sí; no se alcanzan cúspides ni se desciende a oscuros abismos, ni se desarrollan excelsas batallas de las que el poeta emerge fundido en bronce. Se vuela apaciblemente entre los vergeles, entre el mundo externo y sensible que impresiona los sentidos y se convierte en canción. Y he aquí una mención al célebre verso de Santos Chocano: «Los gorriones se juntan en bandadas en tanto que las águilas van solas». Javier del Granado desdeña el solitario vuelo del águila que desde lo más alto presencia lo más hondo, prefiere estar entre los gorriones. Prefiere ser golondrina entre las golondrinas. Hombre entre los hombres. La postura de Javier del Granado no es improvisada en su Habla Canata.

En una entrevista con Pedro Shimose postulaba: «No me siento ni más ni menos…no tengo pretensiones de ninguna índole…Mi obra es modesta, pequeña y limitada. Sólo quiero llegar al corazón del pueblo…» Javier del Granado quería llegar al corazón del pueblo y a través de este llegar al corazón del hombre. Tamayo quería llegar al corazón del hombre sumergiéndose en el corazón de Tamayo.

Hemos basado nuestras apreciaciones hasta este momento en un ámbito cerrado, en un espacio «entre cuatro paredes», constituido por el texto de los poemas Habla Olympio y Habla Canata considerados en sí mismos. Hasta qué punto sus autores practicaron en su propia experiencia vital o en su experiencia poética sus postulados, está fuera del propósito de estos breves apuntes. Si coincidimos con Hume en que el orgullo y la vanidad son pasiones relacionadas con nuestra intimidad profunda, podremos colegir también que están vinculadas con nuestra percepción de nosotros mismos frente a los demás, con el cómo nos vemos y valoramos frente al otro en nuestro interior, donde podemos ser más, comparados con unos y necesariamente menos, comparados con otros. Después de todo, ¿no hay algo de vanidad en quien se declara humilde? ¿Y no hay mucho de sencillez (léase simpleza) en quien se declara la personificación del orgullo?

Tamayo y Javier del Granado quisieron hacer (después de todo qué es la poesía sino un «acto de fe» como dijo alguna vez el poeta Oscar Cerruto) del orgullo y la humildad una profesión de fe. Una profesión de fe en sí mismos y por supuesto (poetas al fin y al cabo) una profesión de fe en la palabra. Ambos eligieron el vehículo de la poesía, (quizás el más deleznable para la expresión de ideas) para desnudar sus pasiones íntimas (orgullo… humildad…) en forma de versos. Quizás porque ambos sabían que la poesía no está dirigida al ámbito racional únicamente, donde sus ideas podían haber sido discutidas. El universo poético en cambio, la «verdad poética», el «yo creo» del poeta es irrefutable. ¿Cómo discutirle a Tamayo que él se haya creído orgullo y cumbre? o ¿para qué refutarle a Javier del Granado su idea de que su exquisita poesía era pequeña y modesta?

Al final, su poesía habla por ellos, y para las generaciones que no los conocimos personalmente, sus poemas son el único recurso sensorial que nos permite acercarnos a su experiencia vital. En todo caso, estos dos poemas tienen la riqueza de enfrentarnos a su retrato íntimo, a su propia (y no la única, sino una más) percepción de sí mismo, a cómo se veían ellos frente a los demás («el infierno es los demás» decía Sartre) frente a ese «afuera» que despierta a través de sus estímulos no siempre bondadosos y serenos, nuestras pasiones.

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Centenario del Poeta de los Cien Lauros, Javier del Granado, 27 de Febrero 2013

Opinión / Cochabamba / Domingo / 24 de Marzo de 2013 / Suplemento Especial

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